Antiguos amores…

Nunca habíamos visto, ni imaginado siquiera nada igual: las dos bellas se voltearon y de espaldas al público comenzaron a mover las nalgas al compás que imponía un bongó… primero despacito, luego más rápido y más rápido hasta el mareo.

Nosotros, el público, gritábamos, pedíamos más y las bellas, felices de la vida, se voltearon nuevamente y se arrancaron a mover sus soberbios potos a velocidades inéditas en esta nuestra Lima provinciana y lejana del año de 1951.

Eran las Dolly Sisters, las hermanitas gemelas Mercedes y Caridad, cubanas, recién aterrizadas en Lima precedidas de una gran fama (por lo menos de barrio) porque ya habían hecho películas hasta con TinTán.

Por eso , cuando anunciaron que debutarían en el Teatro Metropolitan, en La Victoria, mis vecinos y condiscípulos de Monserrate decidimos que no habría en el mundo nada más importante que asistir a ese espectáculo. Por lo demás, ya habíamos desafiado las iras familiares para ver a la deslumbrante Amalia Aguilar unos meses antes. Pero estas, las Dolly… eran cosa aparte.

Hicimos una cola de horas – no fuimos por supuesto al colegio-, pero a las 6.30 nos zambullimos triunfantes en la sórdida cazuela del teatro que a los pocos minutos reventaba de público que ansiaba ver a las bellas.

Valía la pena el esfuerzo. Bajitas, regordetas, más semidesnudas que las vedettes locales, se contoneaban con un entusiasmo que hacía olvidar que desentonaban. Y al final, su “piece de resistance”, el meneo, la vibración de sus glúteos caribeños que elevaron el show a categoría de éxtasis colectivo.

Pero al día siguiente, una delegación de la Acción Católica visitó al Alcalde de La Victoria para pedirle que vigilara a las damitas porque ofendían la moral con sus bailes obscenos. Y lo mismo hizo don Pedro Benvenuto (sí, el historiador) que envió una nota desde el Ministerio de Educación.

Ante tanta presión el Concejo terminó multando a las Dolly Sisters con 10 mil soles “por afectar la moralidad pública”.

He encontrado un recorte con declaraciones del Alcalde: “En el último número que presentaron las Dolly Sisters el espectáculo fue grotesco. Se volvieron las bailarinas de espaldas al público y comenzaron a realizar contorsiones que no pueden ser consideradas, en ninguna parte del mundo, como movimientos de auténtico baile artístico”.

Las gemelas de Matanzas se asombraron, pidieron perdón a Lima y prometieron no volver a menearse así pero nosotros, sus ardientes y empecinados admiradores, hicimos nuevamente la cola y desde los balcones del Metropolitan colmado de incondicionales, le entregamos nuestra plena solidaridad. Y también fuimos a merodear por el Hotel Bolívar para espiarlas y pescar, quizá, un autógrafo pero muchos tuvieron la misma idea y la aglomeración nos desanimó.

Hace un par de semanas pasé por el antiguo local del teatro, que ya no existe como tal, y que luce un enorme cartel colocado por una iglesia evangelista que reclama: “¡Pare de Sufrir!” y no pude menos que recordar mis antiguos amores con  las Dolly Sisters.

Tío Juan