-Jugo de naranja
-“Mimi…. ¿hay naranjas? Tengo ganas de tomar jugo de naranja…”
-“Ay , tú sabes que nunca compramos..” –contestó mi tía, arrebujándose en el tibio lecho conyugal.
-“Bueno” dijo mi tío B. –“Voy a comprar naranjas para hacerme mi juguito…”
-“Mmmmmm…” .replicó la tía.
¿Cómo podía sospechar que se le venía encima el drama de su vida? Porque mi tío, vestido solo con un buzo deportivo, salió corriendo, llegó a la esquina, tomó un taxi y gritó:
“¡Rápido, al aeropuerto!”
En el mostrador del Interamericano de Panagra lo esperaba la vecina de enfrente, que había hecho lo mismo con el marido pero con jugo de papaya.
A los empleados de la compañía de aviación debió parecerles extraña esta pareja que vestidos, “casuales y deportivos”, abordaban el avión para Nueva York abrazaditos, besándose, riendo de alegría como recién casaditos.
Mi tía esperó hasta mediodía, angustiada, hasta que se decidió a esparcir la alarma e incluso fue a la Comisaría de la vuelta a consultarle al Capitán que conocía de vista. Pero cuando regresó a su casa encontró al vecino, esperándola:
-“Señora, mi esposa se ha escapado con su marido..”
Mis primos la sostuvieron porque casi cae al suelo de la sorpresa.
-“Acá está la carta… se van de viaje.. ¿usted no sabía nada?”
Digna, recuperándose, musitó:
-“Qué clase de mujer será la suya.. lárguese y no vuelva” –y se sumergió en su casa para siempre.
¿Y el tío? La pareja se perdió en los vericuetos de Nueva York y no regresaron nunca jamás. A veces alguien contaba que los había visto, huidizos, escabulléndose al sentirse observados.
Andando los días, amigos, vecinos, parientes, reconstruyeron la historia de amor de mi tío y la vecina. Era simple. Cada noche ella salía de paseo para fumarse un cigarrillo a escondidas del marido y descubrió que su vecino (mi tío) tenía virtudes secretas: le gustaba que las mujeres fumaran incluso marihuana, que bebieran hasta emborracharse, bailaran hasta caerse, que se pintaran el pelo, es decir, todo lo que su esposo le prohibía. Y cuando una tarde exploraron el “Cinco y Medio”, el deslumbramiento fue definitivo para los dos: descubrieron el amor verdadero.
Entonces planificaron con cuidado la fuga. Fueron sacando ropa. Comprando, reuniendo dólares, sacando la visa americana, hasta que el Día Señalado partieron a Nueva York. No tuvieron hijos por él tenía 65 cumplidos y ella 60, o sea, edades ideales para encontrar el amor.
Cómo me hubiera gustado tomarme un trago con mis tíos enamorados. Por eso, en este San Valentín, brindo por ellos.
Amorosamente
Tío Juan